martes, 16 de enero de 2007

IN MEMORIAM


Leí en un libro que su cadáver estaba enterrado en un pueblo cercano. Decía él, paginas más adelante, que el poeta luchaba contra el tiempo y el olvido. Las guerras más irresistibles son las que se anuncian ya perdidas.

A Jorge Teillier nunca lo conocí, cuando él moría en La Ligua yo entonces tenia nueve años. En ese tiempo no se hablaba de poemas porque aún teníamos poesía. Pero después, quizá ocho o nueve años mas tarde, su figura se fue haciendo cada vez más importante.

Habitar el mundo poético de Teillier es siempre un reencuentro con lo perdido. Con los otoños, las fogatas, la infancia y las reinas de otras primaveras. Sus sueños no pertenecen a un mundo que nunca existió sino a uno del cual fue extirpado.

El primer libro que me compré de él fue una antología publicada por la Universidad de Santiago, estuvo raptado algunos días de Enero ( ¡ah cuantos soles había en ese enero!) y recién recuperado encontré un poema que empezaba así:

"Cuando yo no era poeta
por broma dije que lo era.
Yo no había escrito ningun verso
pero admiraba el sombrero alón
del poeta del pueblo.
Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Ella me preguntó si de verdad era poeta.
Ella tenía catorce años.
Esa vez llevaba un ramo de ilusiones.
Despues una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor,
yo le pregunte el significado de eso a las flores de la plaza
que no supieron responderme.

Ella había traducido para mí poemas de Ferdinand von Saar.
Yo no le dí nada a cambio.
No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.

Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.


Cuando salí la halle en la plaza y no me saludo.
Volví a mi casa y escribí mi primer poema"

En la madrugada del lunes decidí visitar sus restos, en el terminal tome uno de esos buses verdes y en dos horas me dejó ahí en el pueblo mismo. Le pregunté a un viejo donde se encontraba el cementerio, (supuse que él lo sabría mejor) y me dijo que si caminaba derecho por un camino imperdible llegaria rapido. En lo mas alto estaba el cementerio, como vigilando, y no habian ni cuidadores, ni viudas, ni gente llorando, el cementerio estaba solo con todos los muertos. Caminé por la calle principal, ahí donde se encuentran enterrados los poderosos y me quedé un rato leyendo nombres que ya no existen. Al final, en el fondo muy cerca del muro decía: Jorge Teillier. Poeta.

Corrió un viento, el viento de los locos.

Saque un libro y en frente de la lapida me puse a leer sus poemas en voz alta. No me gustan las cosas así. Pero no había otra forma de decir gracias.



"Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.
Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.
Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
-la sal y el agua
de mis días sin objeto -
y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar."
De Despedida.

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