lunes, 16 de julio de 2007

Un cuento rescatado y lineas que lei en el metro


Istmo lo escribí hace más de dos años, y cuando lo leí ante la academia no dieron comentario.

En el metro ojeaba una revista, de esas que vienen en un diario respetado, conservador y mentiroso. En el articulo había una cita de Ribeyro: "Es penoso irse de este mundo sin haber adquirido una sola certeza. Todo mi esfuerzo se ha reducido a elaborar un inventario de enigmas. He puesto tanto empeño en construir el pedestal que ya no me quedaron fuerzas para levantar la estatua."

Ahora que reviso ese cuento olvidado, muchas cosas podrian mejorarse. Pero las dudas son las mismas, más y las mismas. Mejor dejarlo así.



ISTMO


El papel lo hice yo, es de arroz, pero no te lo comas. Tuve que secarlo al sol y ensayar las palabras en la tierra, no te enojes si se me pasa algún acento, han sido diecisiete años, no importan las faltas menores.
Sé que debes tener canas, te las pintabas temprano para que no me diera cuenta, pero yo podía estar despierta con los ojos cerrados y alcanzaba a ver tu cabello blanco. ¿alguien hará la cama en la mañana cuando hayas partido a trabajar? es una cama muy fría, inmensamente grande, no te imagino invernando en el invierno, podrías enfermar con el frío y no habrá nadie para cuidarte. O quizás si, eres muy tímido, te sonrojabas cuando alguien te miraba con atención, pero han sido diecisiete años, muchas cosas cambian en diecisiete años. Talvez hayas conseguido una esposa buena, otra casa donde mi presencia no esté tan presente. Habrás dejado de teñirte las canas porque ya se te acabaron, no sé, hijos, si ella es joven. Y jugarás en la nieve con ellos, en una nieve parecida a la que ahora me sepulta. Así es, en esta tierra perdida hace poco llovía, y de pronto comenzaron a caer copos de nieve, de cuando en cuando hay que echarle leña a la fogata, cada vez me cuesta más encontrarla. No es que falten árboles, en realidad abundan, en el verano dan una sombra espléndida pero apenas llega el invierno se moja todo y quedan inservibles.

Sé que debes tener preguntas, lo sé, también las tengo y creo no poder respondérmelas todas todavía. Vivíamos bien, nuestra casa estaba en la costa, a pocos pasos de la playa. Tu pescabas por afición y aseábamos por costumbre, pero no era mucho para dos personas que viven sin vecinos ni hijos, algo que nunca nos explicamos. Los primeros años fueron duros, inmóviles pero tranquilos, la casa siempre estaba vacía, muchos males se curan con una casa vacía. Me recordaba cuando era niña y miraba la ventana en la tarde, la miraba todos los días, hasta que tuve la edad para el colegio, entonces ya no tuve tiempo para mirarla y nos cambiamos de casa, probablemente la sacaron, ya nadie podrá ver el árbol que cerca estaba y las figuritas que hacían sus sombras.

Una tarde, (de esas tardes que el sol tiñe de rojo y las nubes parecen irreales) decidí nadar, salí completamente desnuda, (tu habías ido a la ciudad), la arena ardía y me lancé rápidamente sin pensar siquiera, en la profundidad de las aguas o lo cerca de alejarme de la playa. Nadé, nadé, seguí nadando, compulsivamente, como si quisiera sacarme el cuerpo con el agua o limpiarme la somnolencia acumulada. Cuando me volteé ya no se veía la arena y las olas cambiaban de rumbo, mi cuerpo estaba morado, pero aún seguía nadando, hacía cualquier lado, a algún lugar llegaría, siempre se encuentra tierra. Entonces, las olas comenzaron a calmarse y se hizo de noche, unas luces me indicaban tierra y agotada nade hacia la playa. Era un playa igual a la de nosotros, tan limpia y aburrida como la de nosotros, pero no había nadie, era una playa desierta, de esas que ya no hay. Busqué a personas, y encontré una casa, hecha a la imagen y semejanza de la nuestra, entonces lloré, llore días enteros, no sabía si de felicidad o asombro. Hasta que me dio hambre y comí todo lo que encontré, muchas flores y algo de hierba. A veces dormía en la casa, era confortable, pero ya no duermo ahí, prefiero la playa, es menos fría.

No sé cuanto tiempo pasó, habrán sido años o meses, es difícil saberlo, yo tan solo vivía, los árboles me alimentaron, todo era muy igual pero tan diferente. Aseaba menos, pescaba por necesidad, los días eran mi compañía, y ya no estabas tu, que te teñías las canas y habitabas esa cama fría.

Era verano, estaba descansando en la orilla hacía calor, mucho calor y un cuerpo flotaba inconsciente, medio ahogado, en la costa. Todas las palabras empezaban en ti, tuve esperanzas, pero era otro y estaba morado, con cicatrices. Lo cuidé durante mucho tiempo, le regalé las plantas más sabrosas y empezaba a imaginar una vida con hijos y un huerto de trigo. Él no hablaba, pensé que era ciego, y al cabo de un tiempo comenzó a caminar. La noche dormía, y un día cualquiera se lanzó al mar. No lo he vuelto a ver. De todos modos inicié mi huerto de trigo, luego de arroz, es duro domar la naturaleza, pero lo hice y tengo hasta para vender, eso se los doy a los animalitos que a veces vienen a verme.

Cuando los días son iguales uno en esa inmovilidad puede moverse sin problemas, no sé bien como pasó, pero mi piel se arrugó, y mis ropas tuvieron que ser mas gruesas. Las fuerzas decayeron, solo me queda un poco de arroz. Hace dos días, llegó un cuerpo, esta vez estaba muerto, un calendario tenía en el bolsillo, marcaba la fecha de nado. Y ahí lo supe, diecisiete años quien lo diría, ya éramos mayores en aquel entonces, ahora lo somos más, si es que no te has adelantado en la muerte. Fabriqué un barquito (quería lanzar una botella al mar pero aquí no hay) las olas se lo llevaran, a veces pienso que con la arena se hará un istmo, y esa será su ruta, ojalá lo encuentres en la orilla de nuestra playa, confío en que esto suceda. Así podrás saber donde está mi isla, mi huerto y mi casa, siempre quise que lo supieras.