martes, 28 de agosto de 2007

Manos partidas (fragmento)

"En primera instancia no me preocupé, a todo el mundo se le parten las manos, pensé, y seguí caminando por el día sin problema. A las pocas horas las manos se pusieron escamosas, me sentía un reptil, y buscaba el sol a toda costa, incluso en los días lluviosos. Aprendí a cambiar de color como las iguanas, pero nunca pude extender la lengua para comer insectos. Olvidé mi nombre y salí al desierto para vivir tranquilo, pero en la ciudad de Santiago no se encuentran desiertos, solo barro y piedras para invernar como las ranas.
Resignado a mi nuevo destino, comencé a cavar mi refugio, mientras progresivamente la piel se fue abriendo, hasta sangrar a gotas en mis manos. Cuando las manos están muy partidas sangran un poco, dicen los que siempre saben, y no pude mas que alejarme de las mañanas y usar litros de crema humectante para volver a mi antigua forma.
De todo esto ya hace un tiempo que no me acuerdo, uso guantes y nunca olvido la bufanda, cada tanto me entra un miedo de que la lana se haga agujeros con el tiempo y entre el frío nuevamente, he sabido que también los labios se parten. Cuando mis manos se las lleve el frío, entonces, ¿quién va a curar los labios partidos?."

sábado, 25 de agosto de 2007

domingo, 19 de agosto de 2007

Libertad bajo palabra

Allá, donde terminan las fronteras, los caminos se borran. Donde empieza el silencio. Avanzo lentamente y pueblo la noche de estrellas, de palabras, de la respiración de un agua remota que me espera donde comienza el alba. Invento la víspera, la noche, el día siguiente que se levanta en su lecho de piedra y recorre con ojos límpidos un mundo penosamente soñado. Sostengo al árbol, a la nube, a la roca, al mar, presentimiento de dicha, invenciones que desfallecen y vacilan frente a la luz que disgrega.
Y luego la sierra árida, el caserío de adobe, la minuciosa realidad de un charco y un pirú estólido, de unos niños idiotas que me apedrean, de un pueblo rencoroso que me señala. Invento el terror, la esperanza, el mediodía - padre de los delirios solares, de las falacias espejeantes, de las mujeres que castran a sus amantes de una hora.
Invento la quemadura y el aullido, la masturbación en las letrinas, las visiones en el muladar, la prisión, el piojo y el chancro, la pelea por la sopa, la delación, los animales viscosos, los contactos innobles, los interrogatorios nocturnos, el examen de conciencia, el juez, la víctima, el testigo. Tú eres esos tres. ¿A quién apelar ahora y con qué argucias destruir al que te acusa? Inútiles los memoriales, los ayes y los alegatos.Inútil tocar a puertas condenadas.
No hay puertas, hay espejos. Inútil cerrar los ojos o volver entre los hombres: esta lucidez ya no me abandona. Romperé los espejos, haré trizas mi imagen -que cada mañana rehace piadosamente mi cómplice, mi delator. La soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad, el día a pan y agua, la noche sin agua.
Sequía, campo arrasado por un sol sin párpados, ojo atroz, oh conciencia, presente puro donde pasado y porvenir arden sin fulgor ni esperanza. Todo desemboca en esta eternidad que no desemboca. Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a la mujer, mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.
Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día.

Octavio Paz