miércoles, 30 de julio de 2008

Carta desclasificada nº2

"Tomé el avión a las seis y media, con tres horas de retraso. Dicen que en la madrugada había mucha niebla y los pilotos no sabían donde aterrizar. Yo creía que con tantas maquinas eso ya estaba solucionado, que prácticamente se podía volar con los ojos cerrados. Tuve que esperar al viento que se llevara la niebla, yo me pregunto si tu habrás esperado esas tres horas o ya te fuiste a casa, aburrida de oir lenguas que no entiendes.
Te traje regalos, pero no te los digo porque es un secreto. Y los secretos no se comparten, ni siquiera con el papel. Antes de viajar siempre camino por la rambla, en Santiago no se puede ver el mar, y uno cree no hay nada más allá de unas montañas salpicadas de nieve. Acá todo es pequeñito, ante la grandeza del mar y seduce la idea de nadar un día, a ver si se llega a otra orilla.
En algunos momentos me pregunto que estarás haciendo allá, muy lejos de acá. En la hora de la tarde, es cuando todo parece más vacío, o será que abro mucho la ventana, y la habitación con exceso de aire necesita de otra persona que lo respire. Trato de no suspirar, o de suspirar a escondidas, para que nadie se de cuenta de ese aire que sobra por alguien que falta."

viernes, 11 de julio de 2008

Cartas que nunca envié


Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí, ahora que estoy a punto de volver a vacaciones, es mi intención tratar de subir un poco el rating a este blog abandonado. Por eso después de mucho pensarlo, decidí ir subiendo cada tanto tiempo las cartas que nunca envié. Papeles inconclusos destinados a alguna tercera persona singular que no los recibió. En este terreno es fácil caer en el cahuin, el chisme o la inocente curiosidad virtual, dejenme decirles que esa es la idea. Quiero saber si una carta privada tiene más visitas que un articulo sobre Teillier.

Para empezar un extracto no comprometedor, aún no decido bien cuales subir, es una labor delicada, como tejer arañas.

Carta a Javiera

"A menudo pienso en las mujeres que dejé, y también en las que me dejaron. Y esto sucede en cualquier parte, no solo en los lugares santos. Un gesto, una blusa, o una palabra, me recordaban a Claudia, Ana María, Soledad. Cuando por casualidad me encuentro con ellas prefiero mirarles el cuello. Es la única parte que puedes ver sin que ellas lo adviertan. Debo confesar que cuando las veo sin que ellas me miren, siempre termino enamorado. Tal vez porque mi amor empezó así, con una imagen que quería terminar en beso. Y no importan los nuevos novios, que profanaron territorios conquistados, ni el desprecio que a veces se queda en sus miradas cuando recuerdan batallas viejas. No me importa nada de eso porque en ellas subsiste esa parte del rompecabezas que aún me falta. Al menos el recuerdo de esa pieza que no está. Comienzo a creer que en realidad amo lo que desaparece, mas bien las señales que dejan su desaparición. Podría ser arqueólogo y pasarme la vida buscando huesos, talvez un buen día encontraría el eslabón perdido, entonces todo sería más claro. Y no saldría de mi cama en los años que me resten, porque alguna vez escuche decir que todos los problemas radicaban en esa decisión, aunque el autor nunca especificó si se aceptaban compañías. Supongo que estaban suprimidas, porque cualquier hombre que busque un poco de paz, invariablemente tendría que dormir en una cama fría."