"En primera instancia no me preocupé, a todo el mundo se le parten las manos, pensé, y seguí caminando por el día sin problema. A las pocas horas las manos se pusieron escamosas, me sentía un reptil, y buscaba el sol a toda costa, incluso en los días lluviosos. Aprendí a cambiar de color como las iguanas, pero nunca pude extender la lengua para comer insectos. Olvidé mi nombre y salí al desierto para vivir tranquilo, pero en la ciudad de Santiago no se encuentran desiertos, solo barro y piedras para invernar como las ranas.
Resignado a mi nuevo destino, comencé a cavar mi refugio, mientras progresivamente la piel se fue abriendo, hasta sangrar a gotas en mis manos. Cuando las manos están muy partidas sangran un poco, dicen los que siempre saben, y no pude mas que alejarme de las mañanas y usar litros de crema humectante para volver a mi antigua forma.
De todo esto ya hace un tiempo que no me acuerdo, uso guantes y nunca olvido la bufanda, cada tanto me entra un miedo de que la lana se haga agujeros con el tiempo y entre el frío nuevamente, he sabido que también los labios se parten. Cuando mis manos se las lleve el frío, entonces, ¿quién va a curar los labios partidos?."
martes, 28 de agosto de 2007
Manos partidas (fragmento)
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