sábado, 9 de junio de 2007

Lira en casa de Lihn.



Increible. Sin comentarios.

1 comentario:

Eduardo Vergara dijo...

.. Meses después de lo de La Orquesta de Cristal, le envié recado a Lira para que se sumara a un grupo de poetas jóvenes, en el escenario de uso -el segundo piso de una casa en punta de diamante, que parecía un lanchón cargado de libros-. Estábamos en enero del 81, partía yo a Nueva York y quería hacer un registro, grabadora a mano, de lo que me confiaran los poetas jóvenes, conla intención de presentarlos en ese más allá. Se reunieron Gregory Cohen, después de sus tres meses de reclusión en la Penitenciería de Santiago (libertad incondicional por falta de méritos), Roberto Brodsky, que se iría a España y Venezuela (ha vuelto a irse), Mauricio Electorat, que no ha regresado de Barcelona; Diego Maquieira y el pintor Gacitúa, diagramador de este libro. A éste se le ocurrió invitar a un amigo suyo que acababa de comprarse una cámara de video. Se hizo, pues, el registro en video cassete de esa sesión. Rodrigo se lució. Como si hubiera sido un dirigente sindical hizo un descarnado y razonable diagnóstico de la situación política en Chile. Sólo una vez, al declinar la tarde, desplazó el foco hacia su situación personal. Simplifico: sus problemas de carácter eran el resultado de su frustración erótico sentimental. No hace falta que yo memorice. Sus contrariados y crudos poemas eróticos forman parte de este libro.

..... Le pedimos que leyera algo frente a la cámara. Se disfrazó, entonces, de don Gerardo de Pompier (el coautor personaje de La orquesta), que en su opinión debía ser un caballero alemán, con los elementos del atuendo que encontró a mano -el tarro de pelo, la levita- incorporándole una corbata de fantasía y se sentó a mi trono de mimbre (lamentablemente una réplica veguina del que usa un maniquí de la canción en una imagen que ha dado varias vueltas al estúpido mundo). Leyó de memoria, apoyándose de reojo en el libreto que traía en su carpeta, enriqueciéndolo con algunos "ripios" como los viejos actores de Teatro Carpa. Seguramente lo había interpretado en otras ocasiones. Agere et pronunciare (representar el discurso como un actor) y memorias mandare (recurrir a la memoria) eran, como nos lo han reenseñado nuestras experiencias mismas, operaciones de la vieja máquina retórica ligada a la dramaturgia de la palabra. Lira quería devolver, literalmente, la palabra al escenario, acercarla a la acción a través de la actuación. Como no encontrara trabajo como actor de spots publicitarios, tuvo el ánimo desesperado, días antes de suicidarse, de concursar en Cuanto vale el show, un programa del Canal 11 en el que concursan, patéticamente, por una soldada de entusiasmo o de depresión, según el monto que le fije el jurado, los cantantes, actores bailarines, mimos anónimos. Rodrigo interpretó dos veces el papel de Otello, como actor cómico y dramático. Lo felicitaron por luchar contra el apagón cultural y le pagaron una pequeña suma.

..... Dos años más tarde ví ese video casero; había pasado a manos de un especialista para su montaje no realizado y llegó, en último minuto, a un recital de poetas jóvenes, que yo debía presentar. Por fallas técnicas, resultó muy difícil que la imagen de Lira compareciera a la pantalla del televisor. Ya la dábamos por borrada, cuando entró en escena. El camarógrafo no había sabido emplear la cámara profesionalmente, pero sus pasos en falso y sus desenfoques realzaban ahora en el lector su identidad de desaparecido, su condición de fantasma. Muchos de los asistentes al acto, evocamos los últimos encuentros reales con Rodrigo antes de ese encuentro irreal.

..... Mis últimos recuerdos al respecto, me devuelven la imagen inconfortable de mí mismo por la que empecé este prólogo. Los que se bajan del escenario como él, también es cierto, crean una atmósfera favorable al cultivo de la culpabilidad. Y ahora que he reojeado el libelo en que me alude, me parece sobredeterminada, por no decir exagerada, mi respuesta a lo que estimé una deslealtad suya. Diagramaba y fotocopiaba cuidadosamente ese tipo de escritos como el que distribuyó el 26 de agosto del 81, al término de una sesión del CINDE a la que yo había sido invitado como ponente. Días después me pareció una desfachatez que se acercara a saludarme en la Sociedad de Escritores, como si nada, y se lo hice ver de mala manera. En septiembre me envió para mi cumpleaños, a modo de regalo de papel escrito, un artefacto que no he vuelto a encontrar, pero dejé pasar ese gesto, absorbido por otras preocupaciones. Hacia diciembre, se extendió hasta General Salvo la noticia que habían adelantado tantos textos de Lira, pero que, por lo mismo, resultaba impredecible.